Durante el último siglo, seis nuncios han viajado en ocho ocasiones a la ciudad para participar en eventos generalmente históricos y relacionados con la patrona. Fratini viene el próximo miércoles.
LOLA LUCEÑO 21/04/2013
La primera llegada de un nuncio a Cáceres documentada al detalle se remonta al año 1926 (Tedeschini). La existencia de prensa, en concreto del EXTREMADURA, decano de la región, permite seguir desde entonces las distintas visitas diplomáticas de los embajadores de la Santa Sede, en las que Cáceres se ha volcado históricamente. Pero durante siglos debió haber otras muchas, y ello porque España fue unos de los primeros países en establecer estas relaciones allá por 1577. Durante los últimos cien años, Cáceres ha recibido en ocho ocasiones a los emisarios papales, en la mayoría de los casos con motivo de actos relacionados con la Virgen de la Montaña.
Desde la diócesis lo explican: "Las muestras de devoción hacia la patrona son conocidas, por ello los nuncios en España hacen coincidir sus visitas a la ciudad con esos actos, y además la cofradía les invita tradicionalmente". Hace pocos días se supo que el actual embajador de Su Santidad, Renzo Fratini, presidirá la bajada de la patrona el próximo miércoles.
Respecto al último siglo, se sabe que en 1915 viajó a Cáceres el nuncio Francesco Ragonesi, el mismo que en su visita a la Sagrada Familia le dijo personalmente a Gaudí que era el Dante de la arquitectura . Los cacereños le regalaron en aquella ocasión un libro de Floriano Cumbreño sobre la iglesia de Santiago.
Ya en octubre de 1924 se produjo uno de los mayores acontecimientos en la historia religiosa de Cáceres: la coronación de la Virgen de la Montaña. No vino el nuncio pero sí el cardenal Reig y Casanova, primado de las Españas y arzobispo de Toledo, por delegación de la Santa Sede.
Grandes bienvenidas
El EXTREMADURA invitó a la ciudadanía a recibirle en San Antón, junto al arco floral levantado en Cánovas, donde los pocos coches que existían formaron una comitiva de bienvenida. Cáceres se llenó de actos. Este diario narraba el momento de la coronación, de manos del primado, aquel 12 de octubre en la plaza Mayor: "Su eminencia colocó sobre la cabecita de la Virgen la corona de Reina de la Ciudad (...) Fue el momento, el minuto histórico de más vigor fervoroso, entusiasta y emocionante que ha tenido Cáceres en toda su vida. La ovación que brotó del pueblo no se puede ni recordar...".
Dos años después se desplazó a la ciudad el nuncio de Pío XI, monseñor Tedeschini, para la entronización de la estatua del Sagrado Corazón en la Montaña, el 14 de noviembre de 1926. Un día antes fue recibido en el Palacio Episcopal con una recepción en la que estaban los máximos representantes institucionales y de las cinco delegaciones ministeriales (Gracia y Justicia, Hacienda, Gobernación, Instrucción Pública, y Fomento y Trabajo), además de exsenadores, exdiputados, caballeros de grandes cruces y nobles con títulos del reino.
Aquella visita motivó incluso un bando del alcalde, Arturo Aranguren, en la que pedía a los cacereños que se mostrasen "como ciudadanos hospitalarios, recibiéndole (al nuncio) en la avenida de Alemania y colgando e iluminando los balcones de las casas". De hecho, algunas viviendas instalaron luz eléctrica en sus fachadas para la ocasión. El 14 de noviembre se consagró la gran escultura de 5,60 metros, realizada por el artista Félix Granda en granito fino a instancia del entonces obispo Segura Sáenz. Cuentan los cronistas que nadie recordaba una aglomeración semejante en torno al santuario.
En 1950 se produjo otro acercamiento de la nunciatura a Cáceres, pero indirecto: el 30 de abril fue consagrado Llopis Ivorra obispo de Coria en la catedral de Valencia por monseñor Cicognani, nuncio de Pío XII. Allí se trasladó la delegación diocesana de Cáceres en viaje organizado por la cofradía de la Montaña (iban enviando avisos del buen transcurso del viaje a medida que avanzaban). También acudieron dos diputados provinciales nada menos que en avión de Iberia, noticia que mereció una crónica. El obispo llegó por fin a Cáceres el 18 de junio, y el título a portada completa decía: "Cáceres entero, enardecido de entusiasmo y afecto filial, recibe apoteósicamente al prelado diocesano, en medio de delirantes ovaciones".
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Cuatro años después, en noviembre de 1954, también durante el pontificado de Pío XII, otro nuncio visitó Cáceres para inaugurar el Seminario Mayor. Se trataba de Hildebrando Antoniutti, cuya llegada se narraba así: "El momento fue de incontenible entusiasmo prorrumpiendo el público en incesantes vítores al Pontífice y a su digno representante. Las bandas entonaron el himno nacional y monseñor se excusó de revisar las fuerzas". Aquel fue un acto muy destacado, tanto que acudió el ministro de Justicia, Antonio Iturmendi, así como los obispos de Plasencia y Salamanca, junto a Llopis Ivorra.
El nuncio Antoniutti volvería en 1957 a Cáceres, esta vez en una visita más íntima, para dar a conocer personalmente un acontecimiento histórico: el 21 de junio, y por documento pontificio de Pío XII, Cáceres acababa de ser elevada a cabecera de diócesis conjuntamente con Coria, con la proclamación de Santa María como concatedral, y el traslado de la residencia permanente del obispo.
Ya en 1964. Antonio Riberi, nuncio en España de Pablo VI, realizó una visita muy intensa. Fue en el mes de abril y tuvo tiempo de poner la primera piedra de la parroquia de San José, bendecir la barriada de Llopis Ivorra, subir al Santuario de la Montaña, almorzar en el Extremadura Hotel, cenar con el gobierno local, bendecir la primera piedra del Seminario Menor de Coria, conocer Las Hurdes y visitar la sede de El EXTREMADURA en el Palacio de la Generala, donde departió con el consejo de administración, con el director, Dionisio Acedo, y con el personal de la casa. Así lo recogieron las cámaras de Bravo y Caldera.
En 1970, monseñor Luigi Dadaglio, también nuncio de Pablo VI, giró una primera visita privada a Cáceres que apenas trascendió para conocer la diócesis y sus tierras. "Me pareció una ciudad encantada, expresión y testimonio de las antiguas glorias militares, artísticas y religiosas de la España imperial", reveló años después. Lo hizo concretamente en su segunda visita, esa vez para otro acontecimiento religioso de especial relevancia: el cincuentenario de la Coronación de la Virgen de la Montaña, el 12 de octubre de 1974.
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